La conciencia tiene
necesidad de crecer, de ser formada, de ejercitarse en un proceso que avance
gradualmente en la búsqueda de la verdad.
La educación de la
conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta al
niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la
conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del
miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y
de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas
humanas.
Como la conciencia
aplica la norma objetiva –la ley moral- a las circunstancias y a los casos particulares,
se deduce con facilidad la obligación indeclinable que tiene el hombre de
formar su propia conciencia.
La conciencia es susceptible de un mejoramiento continuo, que está en proporción al progreso de la inteligencia: si esta puede progresar en el conocimiento de la verdad, también pueden ser más rectos los juicios morales que realice. Además, este juicio moral que realiza la conciencia necesariamente se tiene que adecuar al progresivo desarrollo del acto humano, lo que hace que la conciencia se vaya formando también de esa misma manera progresiva.
La conciencia es susceptible de un mejoramiento continuo, que está en proporción al progreso de la inteligencia: si esta puede progresar en el conocimiento de la verdad, también pueden ser más rectos los juicios morales que realice. Además, este juicio moral que realiza la conciencia necesariamente se tiene que adecuar al progresivo desarrollo del acto humano, lo que hace que la conciencia se vaya formando también de esa misma manera progresiva.
Comienza con la niñez
al despertar el uso de razón; debe continuar a la madurez, cuando el hombre
afirma sus responsabilidades ante Dios, ante sí mismo y ante los demás. Además,
la experiencia muestra que no todos los hombres tienen igual disposiciones para
el juicio recto, influyendo en esto también circunstancias puramente naturales-
enfermedad mental, ignorancia, prejuicio, hábitos, etc.- y sobrenaturales: la
inclinación al pecado que deja en el alma el pecado original y los pecados
personales.
Es necesario, por
tanto, que el hombre se vaya haciendo capaz de emitir juicios morales,
verdaderos y ciertos: es decir, ha de adquirir, mediante la formación, una
conciencia verdadera y cierta.
Para tener conciencia
verdadera y cierta necesitamos la formación: un conocimiento cabal y profundo
de la ley-seguridad objetiva-, que nos permite luego aplicarla correctamente-seguridad
subjetiva.
La actitud de fundar la
conducta solo en el criterio personal, pensar que para actuar bien basta el
estar seguro que mi actuación es buena, es de hecho, ponerse en el lugar de
Dios, que es el único que no se equivoca nunca. Por eso, la necesidad de
formarnos será tanto más imperativa cuanto más nos percatemos de que sin una
conciencia verdadera no es posible la rectitud en la vida misma y, en
consecuencia, alcanzar nuestro fin último.
A esto se dirige
precisamente la formación de la conciencia, que no es otra cosa que una
sencilla y humilde apertura a la verdad, un ir poniendo los medios para que
libremente podamos alcanzar nuestra felicidad eterna.
Sin tratar de ser
exhaustivos, ni de explicar cada uno de ellos, si podemos señalar algunos de
esos medios que nos ayudaran a formar la conciencia:
1) El
estudio de la ley moral, considerándola no como carga pesada, sino como camino
que conduce a Dios.
2) Hábito
cada día más firme de reflexionar antes de actuar;
3) Deseo
serio de buscar a Dios a través de la oración y de los sacramentos, pidiéndole
los dones sobrenaturales que iluminan la inteligencia y fortalecen la voluntad.
4) Plena
sinceridad ante nosotros mismos, ante Dios y ante quienes dirigen nuestra alma.
Aspectos prácticos para lograr el éxito en la
formación de la Conciencia
Aspectos prácticos para lograr el éxito en la
formación de la Conciencia
Reglas de la Conciencia
v La "Regla
de Oro": "Todo cuanto queráis
que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros primero" (Mt
7,12).
v La caridad debe
actuar siempre con respeto hacia el prójimo y su conciencia.
v Las lecciones de
valores no habrán de enfocarse sólo en lo negativo, sino también en la
abundante cantidad de cualidades positivas, como por ejemplo: prestar cosas o
ayuda, apoyar al que lo necesite (al débil, al pobre, al anciano), tener valor
de decir la verdad, etc.
v Señalar a la
gente honesta y valiosa con la que nos cruzamos todos los días, e inspirarles
un profundo amor y respeto por esta gente.
v Alabarlos
siempre que sean amables, generosos, desprendidos, etc.
v Enseñarles a los
hijos que eviten las cualidades negativas como: mentiras, trampas, apodos,
burlas, egoísmo, etc.
Ideas para formar la Conciencia de los hijos
v Estudiar
y dar a conocer la base objetiva (Catecismo, Evangelio, etc.).
v Reflexionar
siempre antes de actuar.
v Vida
de oración. Hay que buscar el lugar para
que hable Dios, el mejor formador de la conciencia.
v Vida
de Sacramentos. Hay que darles el
ejemplo. La Confesión, por ejemplo,
forma la conciencia. También se sugiere
pedir ayuda y consejo, mediante un guía espiritual, un confesor, etc.
v Obrar
siempre de cara a Dios.
v Pedir
ayuda constantemente al Espíritu Santo para que nos ilumine la conciencia.
v No
desanimarse ante los fallos y aprender de las caídas.
v Formar
hábitos. Por ejemplo: programar el
tiempo, no desperdiciar los tiempos libres, buscar el orden, la disciplina, etc.
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