sábado, 5 de septiembre de 2015

LA FORMACIÓN DE LA CONCIENCIA



La conciencia tiene necesidad de crecer, de ser formada, de ejercitarse en un proceso que avance gradualmente en la búsqueda de la verdad.

La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida. Desde los primeros años despierta al niño al conocimiento y la práctica de la ley interior reconocida por la conciencia moral. Una educación prudente enseña la virtud; preserva o sana del miedo, del egoísmo y del orgullo, de los insanos sentimientos de culpabilidad y de los movimientos de complacencia, nacidos de la debilidad y de las faltas humanas.

Como la conciencia aplica la norma objetiva –la ley moral- a las circunstancias y a los casos particulares, se deduce con facilidad la obligación indeclinable que tiene el hombre de formar su propia conciencia.

La conciencia es susceptible de un mejoramiento continuo, que está en proporción al progreso de la inteligencia: si esta puede progresar en el conocimiento de la verdad, también pueden ser más rectos los juicios morales que realice. Además, este juicio moral que realiza la conciencia necesariamente se tiene que adecuar al progresivo desarrollo del acto humano, lo que hace que la conciencia se vaya formando también de esa misma manera progresiva.

Comienza con la niñez al despertar el uso de razón; debe continuar a la madurez, cuando el hombre afirma sus responsabilidades ante Dios, ante sí mismo y ante los demás. Además, la experiencia muestra que no todos los hombres tienen igual disposiciones para el juicio recto, influyendo en esto también circunstancias puramente naturales- enfermedad mental, ignorancia, prejuicio, hábitos, etc.- y sobrenaturales: la inclinación al pecado que deja en el alma el pecado original y los pecados personales.

Es necesario, por tanto, que el hombre se vaya haciendo capaz de emitir juicios morales, verdaderos y ciertos: es decir, ha de adquirir, mediante la formación, una conciencia verdadera y cierta.

Para tener conciencia verdadera y cierta necesitamos la formación: un conocimiento cabal y profundo de la ley-seguridad objetiva-, que nos permite luego aplicarla correctamente-seguridad subjetiva.

La actitud de fundar la conducta solo en el criterio personal, pensar que para actuar bien basta el estar seguro que mi actuación es buena, es de hecho, ponerse en el lugar de Dios, que es el único que no se equivoca nunca. Por eso, la necesidad de formarnos será tanto más imperativa cuanto más nos percatemos de que sin una conciencia verdadera no es posible la rectitud en la vida misma y, en consecuencia, alcanzar nuestro fin último.

A esto se dirige precisamente la formación de la conciencia, que no es otra cosa que una sencilla y humilde apertura a la verdad, un ir poniendo los medios para que libremente podamos alcanzar nuestra felicidad eterna.

Sin tratar de ser exhaustivos, ni de explicar cada uno de ellos, si podemos señalar algunos de esos medios que nos ayudaran a formar la conciencia:

1)      El estudio de la ley moral, considerándola no como carga pesada, sino como camino que conduce a Dios.

2)      Hábito cada día más firme de reflexionar antes de actuar;

3)      Deseo serio de buscar a Dios a través de la oración y de los sacramentos, pidiéndole los dones sobrenaturales que iluminan la inteligencia y fortalecen la voluntad.

4)      Plena sinceridad ante nosotros mismos, ante Dios y ante quienes dirigen nuestra alma.

5)      Petición de ayuda y de consejo a quienes tienen virtud y conocimiento, gracia de Dios para impulsar a los demás. 


Aspectos prácticos para lograr el éxito en la formación de la Conciencia



Reglas de la Conciencia

v  Nunca está permitido hacer un mal para hacer un bien.  El fin no justifica los medios.

v  La "Regla de Oro": "Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros primero" (Mt 7,12).

v  La caridad debe actuar siempre con respeto hacia el prójimo y su conciencia.

v  Las lecciones de valores no habrán de enfocarse sólo en lo negativo, sino también en la abundante cantidad de cualidades positivas, como por ejemplo: prestar cosas o ayuda, apoyar al que lo necesite (al débil, al pobre, al anciano), tener valor de decir la verdad, etc.

v  Señalar a la gente honesta y valiosa con la que nos cruzamos todos los días, e inspirarles un profundo amor y respeto por esta gente.

v  Alabarlos siempre que sean amables, generosos, desprendidos, etc.

v  Enseñarles a los hijos que eviten las cualidades negativas como: mentiras, trampas, apodos, burlas, egoísmo, etc.



Ideas para formar la Conciencia de los hijos



v  Estudiar y dar a conocer la base objetiva (Catecismo, Evangelio, etc.).
v  Reflexionar siempre antes de actuar.
v  Vida de oración.  Hay que buscar el lugar para que hable Dios, el mejor formador de la conciencia.
v  Vida de Sacramentos.  Hay que darles el ejemplo.  La Confesión, por ejemplo, forma la conciencia.  También se sugiere pedir ayuda y consejo, mediante un guía espiritual, un confesor, etc.
v  Obrar siempre de cara a Dios.
v  Pedir ayuda constantemente al Espíritu Santo para que nos ilumine la conciencia.
v  No desanimarse ante los fallos y aprender de las caídas.
v  Formar hábitos.  Por ejemplo: programar el tiempo, no desperdiciar los tiempos libres, buscar el orden, la disciplina, etc



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