viernes, 4 de septiembre de 2015

VIRTUDES HUMANAS




El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien

Las virtudes humanas adquiridas mediante la educación, mediante actos deliberados, y una perseverancia, mantenida siempre en el esfuerzo, son purificadas y elevadas por la gracia divina. Con la ayuda de Dios forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre virtuoso es feliz al practicarlas.

virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas.

Las virtudes humanas, llamadas también virtudes morales, son disposiciones estables del entendimiento y de la voluntad que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe, proporcionan facilidad, dominio y gozo para llevar una vida moralmente buena; se adquieren mediante las fuerzas humanas. Son los frutos y las raíces de los actos moralmente buenos. Disponen todas las potencias del ser humano para armonizarse con el amor divino.


Pecados Capitales y
Virtudes para  vencerlos
Soberbia: Es el deseo de superioridad y  de alto  honor y gloria
Humildad: Es reconocer que de nosotros mismos  solo tenemos la nada y el pecado.
 Avaricia: Es el deseo de acaparar bienes
        
Generosidad: Dar con gusto de uno mismo o de lo propio a los que necesiten.
Lujuria: Es el desorden del apetito sexual
Castidad: Control del apetito sexual.
 Ira: Reacción o actitud colérica ante un daño, dificultad o contrariedad.
Paciencia: Soportar con paz y serenidad  las adversidades.
Gula: Deseo y consumo desordenado 
de la comida y bebida.
Templanza : Moderación en el comer y en el beber
Envidia: Deseo o resentimiento de las cualidades, bienes o logros de otro.
Caridad: Procurar el bien del prójimo.

Pereza: Desgano en las obligaciones o ante los bienes espirituales.
Diligencia: Cuidado y responsabilidad en  el cumplimiento de las obligaciones.


El hombre virtuoso es el que practica libremente el bien. Son muchas las virtudes humanas pero pueden agruparse en torno a cuatro principales, llamadas virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza; las cuales desarrollamos a continuación:

La prudencia: es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

La justicia: es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. 

La fortaleza: es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa.

La templanza: es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar “para seguir la pasión de su corazón”.





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